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ETAPA 11. DE LA PUEBLA DE LOS INFANTES A HORNACHUELOS.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

ETAPA APADRINADA POR CARLOS Y CONCHI.



Hay que ver lo bien que os sienta el uno al otro, ¿no? Sé que apadrinar ha sido un esfuerzo grande, porque la cosa está más bien complicada, pero además de apadrinar, habéis estado ahí pegados a mis retransmisiones sureñas como campeones, disfrutando y compartiendo mi experiencia como pocos. ¡Qué bien!. Gracias Conchi y Carlos.



CONTADOR DE KILÓMETROS: 271,5


Ayer terminé la entrada al blog muy tarde, y eso no me sienta bien. Me meto en la cama con la cabeza rulando y ella, que va por libre, pues juguetea con mi sueño y con mi vigilia a su antojo. Total, que a las doce y algo apagaba la luz, y a las tres y media he tenido que encenderla de nuevo. Y tras más de una hora pensando que si sí que si no, me he levantado y a caminar. Tenía claro que el primer tramo de hoy era perfecto para caminarlo con el frontal, y tenía urgencia por llegar a Hornachuelos a una hora razonable, así que a las seis ya estaba en marcha. Tras un corto paso por la carretera, el camino de hoy, con una pista en excepcional estado, vuelve a ir a la búsqueda del cordel del Alcornocal de las Ánimas. 
Y es en este tramo de subida donde he tenido lo más parecido a una experiencia mística desde que comencé el proyecto. Con el asomo del primer claro del alba, he decidido parar el frontal. Las luces de la Puebla, de la vega con Carmona al fondo aparecían entonces como linternas. Y muy despacio la claridad iba ganándole el pulso a las sombras. He sido un animal de penumbra. Los ojos han podido adaptarse al cambio perfectamente por lo paulatino que ha sido y se me han agudizado los sentidos. No puedo, lo siento: no puedo contar cómo me he sentido en esos momentos.

Ya en el pedregoso cordel el sol ha vuelto a asomar entre alcornoques. Y en una rápida bajada y tras pasar las tinajas del cortijo de las monjas, ha aparecido el embalse del Retortillo a lo lejos. En un periquete he tocado embalse desde el majestuosos Cortijo de las Algeciras, y desde ahí he bordeado el pantano por carretera. Esta ha sido una tónica de este tramo: kilómetros de carretera que, por su poco tráfico y enorme frondosidad aledaña se han convertido en un gusto. A los 17 kilómetros, mitad de mi trayecto, me he parado a comer, viendo los peces saltarines del pantano y oyendo la berrea lejana. Ni decir cabe que el bocadillo me ha sentado estupendamente.
Tinajas en la casa de las Monjas

 Saludo solar

 Primera aparición del Retortillo

 Cortijazo de Las Algeciras

 Las vistas han sido espectaculares.

Ñam ñam.

 
Tras pasar el puente del embalse, he dejado atrás mi segunda provincia. Comienza mi tramo cordobés. Se sigue por la carretera super boscosa y poco transitada (que ahora coincide con el cordel del Águila) hasta el puente de las Algeciras, que cruza el Guadalora. Allí, pasado el puente aunque con deficiente señalización, volvemos un poco sobre nuestros pasos por un carril que sale a la derecha, para terminar circulando por el sendero del Águila. Recogiendo el guante de Rogelio, mi entrevistador de ayer en La Puebla de los Infantes, si hago un marcaje de las mejores zonas del GR 48, con la tipología "Bandera azul", aquí en esta bajada va una banderita. Son unos pocos kilómetros que transcurren en el margen izquierdo del río y que se hacen especialmente agradables. Muy bien señalizado, quizá carezca de interpretación, pero es un disfrute máximo. Lo recomiendo.
 Tercera provincia.

Voy cruzando el río.

Los tramos de carretera de hoy, no han pesado.

Esta y las dos siguientes, instantáneas de la bandera azul del GR 48.




En el kilómetro once de la carretera, el sendero salta la misma para ir a la caza de Hornachuelos. Se trata de lo que mi querido José Domingo llamaría un "tobogán". Pero a lo bestia. Todo este tramo hasta el final está salpicado de subidas y bajadas, más intensas al principio y moderándose al final. Con el mirador de las Águilas y sus espectaculares vistas sobre el valle del Guadalora, y la fuente del Puerco un poco más adelante, donde he encontrado un ejemplar de Laetiporus sulphureus, "el pollo de los bosques" como se conoce en América, ya que aquí no es tradicional su consumo pese a ser un excelente comestible. Estaba colonizando un enorme algarrobo. Precioso. Ya en una de las últimas subidas da la cara la vega del guadalquivir, que dejaremos desde ese momento siempre lejos a la derecha. Incluso he visto mi final de etapa de mañana: Almodóvar del Río. Y tras 34 kilómetros, he llegado al embarcadero de Hornachuelos, un paraíso a los pies del pueblo.

 Valle del Guadalora, desde el mirador del Águila

Laetiporus Sulphurius. Rica.

 Vista de la vega del Guadalquivir desde cerca del pueblo.


En Hornachuelos me han buscado alojamiento la gente del ayuntamiento involucrada en deportes, Alejandro y Rafa. Y Paco "del embarcadero" ha sido mi guía, además de una compañía agradable y muy gratificante. Se nota perfectamente cuando se conecta con alguien, y estoy contento de poder compartir mi sueño con el suyo, que también es el mismo. Con él he adquirido una visión de Hornachuelos muy sorprendente.

 Esto se ve desde el embarcadero de Paco.

El tramado urbano del pueblo es fuera de serie. Se encuentra encaramado en una cárcava, rodeado de dos profundos barrancos, uno de ellos hoy apantanado. En todas las laderas de estos dos terraplenes se suceden las grutas y pequeños abrigos. ¿Puede haber entonces algún sitio mejor para ser poblado, según los criterios de poblamiento antiguo? Pues no lo sé, pero que cumplía los requisitos mínimos, está claro. Y así lo atestiguan restos de poblamientos hasta del neolítico, que se distribuyen por diferentes oquedades en las paredes de las cárcavas. Incluso parece ser que tenían poblamientos de verano (en la ladera norte) y de invierno (en la ladera sur). Qué listos ellos. 


  Ésta y las dos siguientes, entramado del pueblo.




La cultura que formó el poso de población actual, fue la romana. La zona tenía pequeños afloramientos de hierro, pero muy superficiales, lo que facilitaba su extracción directa. La vía de comunicación entre Corduva e Hispalis, pasaba unos kilómetros por debajo, en la vega. Y, sobre todo en verano, por las noches era cuando más se transitaba, y cuando los hornos de metal trabajaban mejor (metidos en las mismas cuevas de las que hablábamos antes). Y desde el camino en el fondo del valle, parecía que los hornos estaban en el cielo. Habemus nombre: Fornus Celus. Los árabes, postreriormente la denominaron Fornullunus. Y de ahí al Hornachuelos actual. Con un crecimiento fenomenal en la época califal, que llevó a perimetrar enteramente la cárcava por su flanco sur con una muralla que aún pervive a tramos, sufrió un bajón con la reconquista, al ser casi totalmente destruído. Y es que cuando Granada ya era cristiana, aún había una islita aquí que resistía al impulso reconquistador. Su formidable defensa y la secreta aportación de agua al núcleo urbano a través de unas conducciones subterráneas, puso las cosas difíciles al cerco. La leyenda cuenta que se le tiene devoción a una burra, porque un soldado la hartó de comer, sin darle nada de agua y la dejó libre al norte de la localidad para que buscara agua. Y allí donde escarbó como una burra sedienta que era, por fin encontraron esa canalización, privando de agua al pueblo. Seis meses más tarde caía el pueblo en manos cristianas. Y la época cristiana tuvo un corto periodo de realengo, para pasar a ser señorial muy pronto, lo que no favoreció mucho el desarrollo civil, por lo que el nucleo urbano en sí es más bien discreto.

El castillo es el primero que me encuentro que, pese a ser su último trazado de contrucción cristiana, mantiene claramente los patrones de construcción de la época romana. De hecho, lo que está más a la vista actualmente, parcialmente reconstruído, es el patio de armas. Diversas murallas aparecen también en la zona. El ayuntamiento está por la labor de ir adquiriendo las viviendas que se han ido metiendo en tiempos más recientes en el núcleo del castillo, para poner en valor este patrimonio antiquísimo. 


 Esta y las siguientes, detalles del castillo.


 

Sobre una base paleocristiana, (el patrón de la localidad fue un mártir paleocristiano, San Abundio) se construyó la mezquita en época califal. Totalmente destruída en la reconquista, fue entonces cuando se levantó la actual y discreta iglesia de Nuestra Señora de las Flores. Tanto fuera como dentro se aprecian detalles de este pasado paleocristiano que han sobrevivido a tanta calamidad. 
 Por la parte de atrás, la iglesia mantiene sus restos paleocristianos.

 Vista general de la Iglesia. La siguiente, detalle de la puerta y la torre.

 

También tenemos la Capilla del Calvario, y la curiosidad de mantener aún la cuna del romanticismo español: Don Álvaro o la Fuerza del Sino, estandarte del estilo, fue ambientado aquí, y su autor el Duque de ribas, se alojaba en la Posada de Hornachuelos, que pese a mantener su exterior algo deteriorado, está muy vivo por dentro, y pronto será constituído como museo de la localidad. Y el efecto más alucinante que conozco de momento de la desamortización de Mendizábal: En la actual cola del pantano, entre 1400 y 1836 hubo un monasterio, el de Los Ángeles. Tras la desamortización se embargaron los bienes, y la orden deicidión trasladarse a evangelizar en el nuevo mundo. Fueron a un rinconcito de América, y montaron un poblado al que le dieron el nombre de su añorado monasterio: Los Ángeles. Sí señores, la ciudad más grande de California está eternamente vinculada a Hornachuelos. También he de contar que Paco ha decidido que con las dos entradas que el ayuntamiento de Aracena ofrece a todos los ayuntamientos, va a montar un sorteo con precios populares, y lo que se recaude irá a ayudar a la Asociación Remolino, de ayuda a discapacitados mentales, que hemos visitado hoy. Enorme idea. 
 Capilla del Calvario. La siguiente, Posada de Hornachuelos.

 

Gracias Rafa y gracias Alejandro. Y gracias Paco. Vuestra absoluta disponibilidad y amabilidad no la olvidaré nunca. ¡Nos veremos pronto!

1 comentarios:

Anónimo 5 de octubre de 2015, 7:25  

bravo Jona, me encanta

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